El artesano continúa con la empresa dedicada al calzado tradicional que arrancó su padre hace ya más de medio siglo
Una madreña “es una pieza de calzáu fecha de madera, qu’apoya en suelu con tres tacos”. Es lo que dice el Diccionariu de la Llingua Asturiana (dalla). Esto es la teoría, pero la práctica es otra historia que conoce a la perfección Alfonso Lorenzo, el último madreñeru de Oviedo. Lleva toda la vida viendo cómo se elabora este calzado tradicional, un oficio que arrancó su padre Arsenio en un pequeño local de la calle González Besada. Hijos de Arsenio Lorenzo es el único taller que queda en la capital de Asturias, una empresa con más de 50 años de historia, legada de padre a hijos (Fidel y Alfonso) y que hoy en día mantiene la producción de madreñas gracias a Alfonso, el último de una estirpe de madreñeros que ha hecho de este trabajo una forma de vivir.
“Ya quedamos pocos”, dice Alfonso, mientras “dibuja” una de las madreñas en su taller situado en la avenida de Las Segadas en Oviedo. Allí lleva instalado más de una década y de allí salen cada año alrededor de 4.000 pares de madreñas. “Este oficio es duro, son muchas horas en el taller”, asegura. Alfonso lleva toda la vida dedicado a las madreñas. Comenzó con su padre, Arsenio, que fue quien le enseñó todo lo que sabe sobre el oficio. También estaba su hermano Fidel, fallecido hace poco más de un año. Él era el que acudía puntualmente cada jueves al mercado de El Fontán a vender las madreñas que los dos hermanos trabajaban en el taller. Con su muerte dejó a Alfonso como único superviviente de un oficio al borde de la desaparición. “Decidí seguir con el negocio, pero ya no vendo en el mercado, no puedo con todo. Era mi hermano quien se ocupaba de esa tarea. Si estoy en el taller no puedo ir a las ferias ni al mercado a vender”, comenta Alfonso, que recuerda cómo con el taller a pleno rendimiento eran capaces de lustrar 12.000 pares de madreñas al año.
El proceso
En el taller de Alfonso no se fabrican madreñas, sino que se dedica a ultimar los detalles de unos modelos adquiridos en una carpintería de Infiesto. “Aquí las lijo, pulo, pinto, dibujo y les pongo los tacos”, explica el artesano, que añade que “antes hasta se tallaban, pero ahora ya no tengo tiempo”. Lo dice porque todavía hay una gran demanda de madreñas. “A veces no puedo con los encargos”, indica. Y es que además de la venta al público en su taller, las madreñas de Alfonso se pueden comprar en las tiendas de las diferentes cooperativas asturianas. “Ahora en verano baja la demanda, pero es cuando tengo que hacer acopio. En invierno vuelan, se acaban”, subraya.
Como en muchos oficios del sector primario el relevo generacional es un problema. En este sentido Alfonso asegura que “aguantaré unos años más, pero no me queda mucho”. Cuando él cuelgue la gubia (utensilio para tallar madera) no habrá nadie en Oviedo que siga con el oficio. “Nadie quiere, aquí se echan muchas horas. Mi jornada empieza a las 7 de la mañana, es un trabajo muy esclavo”, señala Alfonso, que indica que emplea una media de poco menos de una hora en dejar listas un par de madreñas.
El taller de la avenida de Las Segadas en Oviedo tiene ese aroma a oficio, a tradición. Y es que con apenas cuatro herramientas Alfonso es capaz de crear unas madreñas, un calzado todavía muy utilizado en la zona rural.